Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?
Santiago 2:2-4
En la iglesia a la que concurro, la mayoría de los chicos que vienen a la escuela dominical provienen de una villla que se encuentra enfrente, cruzando por una calle que hace a modo de puente sobre una avenida ancha que circula mas abajo. Como no en todos lados se usa la misma terminología explico que acá en Argentina se llama villa a los barrios formados por el aglutinamiento de viviendas de diversa precariedad donde habitan familias de bajos recursos económicos.Una mañana, hace varios años. durante la consabida parte de coros de la escuela dominical, dos de estos chicos, de alrededor de ocho años, peleaban por la gorra que uno de ellos había traido. Yo me acerque para intervenir, tome la gorra, tire de ella, el nene que la tenía en sus manos hizo lo mismo y la gorra se rasgo.Era una gorra roja, imitación de Adidas, bastante deslucida, pero el niño que la había traido comenzo a llorar diciendo que era de su hermano. Yo trate de consolarlo, sin mucho resultado, diciendo que iba a comprarle una nueva. Me di cuenta que para estos chicos una promesa es un conjunto de palabras bastante abstracto, del que no esperan demasiado. Una niña más pequeña que estaba con este nene, seguramente su hermanita, me miraba con disgusto aunque sin hablar, como acostumbrada ya de chiquita a aguantar su enojo.Ese día terminó, llegó el lunes, y en el transcurso de la semana uno tiende a olvidarse de esas cosas. Con la cantidad de preocupaciones cotidianas que se tienen, la gorrita roja de un nene de la villa no parece tan importante y va quedando relegada bajo el cumulo de quehaceres y obligaciones que se te forman en la cabeza.Sin embargo, un día casi al final de la semana, al salir del trabajo, pase a las apuradas por una de las tiendas de deportes que hay sobre Avenida Cabildo y compré una gorra Adidas roja parecida a la del nene.Al domingo siguiente, al terminar la escuelita, intercepté al niño de entre la alegre marea de sus congéneres que salía de la iglesia y le pregunté: - Vos eras el de la gorrita, no? (perdón! es que soy muy distraído!) el niño era una olita mas de la alegre marea, como habiendo olvidado ya el episodio (suelen estar habituados a otro tipo de problemas más urgentes como por ejemplo subsistir) pero en cuanto lo nombré dijo que si y puso cara de necesito que me apapachen. Lo llame aparte y el me siguió acompañado por la nena chiquita que de nuevo estaba con el (ha pasado bastante tiempo de esto, pero desde entonces, la nena que ahora es mas grandecita nunca dejo de mirarme con una sonrisa cada vez que me ve). Cuando le di la gorrita al nene su cara se ilumino, y sin sacarle siquiera las etiquetas y cartoncitos que trae, ya que era para su hermano, se la puso y salió a reunirse con sus compañeros nuevamente. En seguida se convirtió en el centro de atención y se vio rodeado por el resto de los chicos que le pedían ver la gorrita y se la pasaban de mano en mano examinando las etiquetas y comentando con admiración que era un "Adidas original".A lo que quería llegar es que entre tanto tumulto no falto el típico comentario de parte de alguno de los hermanos de la iglesia: - Claro, no tienen para comer pero tienen gorra Adidas, por las dudas para que se note, ni las etiquetas le sacó...Hace unos días, Jaaziel publicó una entrada en su blog, sobre la forma en que nos identificamos a menudo con el mundo, mediante el consumo de marcas famosas. Me resulto interesante porque no es un enfoque habitual. Se suele hablar de identificación con el mundo en relación a una serie de conductas contrarias a lo que se llego admitir como "normal" durante la modernidad, pero generalmente no vemos nada malo en el consumo de estas maracas representativas de los grandes emporios económicos. Y nótese que destaco con toda intención la palabra "generalmente" mediante letra cursiva, porque hay una excepción.Cuando quien consume producto caros, ya sea ropa, teléfonos celulares o IPod, es gente de bajos recursos nos escandalizamos. Nos ofende que gente con los recursos apenas suficientes para subsistir gaste gran parte de los ingresos que pudiera obtener, en este tipo de bienes.A primera vista pudiera parecer una postura razonable motivada por la preocupación. Pero creo que si pudiéramos adentrarnos en este tipo de pensamiento mas allá de lo aparente y manifiesto, lo encontraríamos movilizado por representaciones bastante egoístas.En la escala de valores humana, tan distinta a la de Dios, la acumulación de bienes, la riqueza, ocupa uno de los primeros lugares. El que yo luzca por ejemplo un par de zapatillas con el logo de Adidas o Nike me identifica con eso y se convierte entonces en un símbolo de estatus. Lo que voy a decir es muy feo, pero creo que saber la existencia de un segmento de la población que no puede acceder a estos bienes nos reconforta de alguna manera, porque nos brinda la sensación, de acuerdo a los estándares de este mundo, guiados por lo económico, que somos "mejores" o estamos mas arriba que otros.Por eso me parece que cuando un chico de la villa aparece con ropa de marca o con un celular caro, se activa esa alarma dentro nuestro que en realidad quiere decir: -Pero como! Así nadie va a notar que yo pertenezco a un segmento superior!Creo que es algo que habla entonces, de nuestra identificación con el sistema de valores del mundo, como dejaba traslucir Jaaziel en "Marca, identidad y túnicas sin costura", y también en tipos de pensamiento como el descrito aquí, tan comunes por lo menos entre la clase media argentina, de sentimientos egoístas que un creyente debería esforzarse por evitar.